viernes, 26 de diciembre de 2008

El bote


enviado por Eliana Ibarra

eliana_ibarra@hotmail.com

Su cara era como la de otros pibes que andan por la siesta, cortando el aire del verano, que recién empezaba, entre las calles de las ladrillerías.

Está dicho, el oeste de la ciudad alberga todos los mundos y todas las circunstancias.

Había intentado llover ese día, frustrados nubarrones se alejaban dando paso a la brisa fresca que fecundaba el olor a tierra mojada de las cercanías.

En eso andaba yo, caminando por los senderitos de hormigón que se desarman, cuando en una de las cunetas de los desagües de Montecarlo y Barrio Nuevo, un gurisito de no más de un metro se orillaba con su botecito de mitad de rueda, de tractor o camión.

Apenas si se había acumulado 30 cm de agua, lo suficiente como para que el navegante tomara una rama, se aprovisionara con un pedazo de pan en la boca y se largara a la deriva.

El bote avanzaba apenas, pero siempre la salida se complica.

Desde mi perspectiva, el sendero por el que apoyaba mis pies se volvió puerto y en un instante me encontré saludándolo, como sabiendo que podía llegar adonde el río o el mar fueran suyos.

Él apenas si levantó su mano. Lo comprendí. Tenía un viaje muy importante.

sábado, 20 de diciembre de 2008

Y un día Sheresade murió


enviado por Julia Lotero

soyasi5@hotmail.com



Y un día Sheresade murió.

El rey la noche anterior decidió su destino y no hubo más historias que le sustentaran su existencia.

Él sabía que al menos durante mil noches su alma dejó de sentirse vacía, pero es tan imposible matar nuestra esencia, callar nuestras verdaderas intensiones. Aunque quisiéramos cambiar…, darnos una breve libertad…, sabemos que siempre el asesino, el tirano, el déspota no termina ganando. Aunque quisiéramos huir: la sangre del otro, el verlo de rodillas frente a nosotros o el saber que nuestra decisión puede cambiar una historia nos encanta. Él sabía que le gustaba tenerla con vida, pero era demasiado peligrosa: conspiraba en contra del mundo que se había armando, le contaba cosas que él nunca pensó oír y eso no era bueno. Porque cada vez que ella se iba, quedaba pensando en el significado de cada palabra nueva que conocía.

Y un día, cuando formó un nuevo mundo de palabras, que le abrían otros mundos, dióse cuenta que ya no era el que una vez le enseñaron a ser. Y se sintió perdido.


Julia Lotero

Marzo 2008



(Sherezade, estrenada en París, 1910,

Ballet Imperial Ruso, España)