enviado por Julia Lotero
soyasi5@hotmail.com
Y un día Sheresade murió.
El rey la noche anterior decidió su destino y no hubo más historias que le sustentaran su existencia.
Él sabía que al menos durante mil noches su alma dejó de sentirse vacía, pero es tan imposible matar nuestra esencia, callar nuestras verdaderas intensiones. Aunque quisiéramos cambiar…, darnos una breve libertad…, sabemos que siempre el asesino, el tirano, el déspota no termina ganando. Aunque quisiéramos huir: la sangre del otro, el verlo de rodillas frente a nosotros o el saber que nuestra decisión puede cambiar una historia nos encanta. Él sabía que le gustaba tenerla con vida, pero era demasiado peligrosa: conspiraba en contra del mundo que se había armando, le contaba cosas que él nunca pensó oír y eso no era bueno. Porque cada vez que ella se iba, quedaba pensando en el significado de cada palabra nueva que conocía.
Y un día, cuando formó un nuevo mundo de palabras, que le abrían otros mundos, dióse cuenta que ya no era el que una vez le enseñaron a ser. Y se sintió perdido.
Julia Lotero
Marzo 2008
(Sherezade, estrenada en París, 1910,
Ballet Imperial Ruso, España)
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